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Oposición asimétrica

  ¡Ay síntesis!,  el juego de tus niñas  hay veces que me pierde,  pero hay viene  ya tu esclava, la espada ella sostiene,  y en tierra está trazando algunas líneas… son letras separadas:  En la viña, dos melgos, la verdad siempre mantienen, feliz y muy atenta a mi me tienen: tan lejos los contemplo de la riña… Hay uno que en la diestra bien soporta la gran copa; y el otro muy triunfal, las uvas tan hermosas le coloca… y canta mi señora: «universal se llama el de la copa, y el que corta los racimos es llamado individual».

A César lo que es de César

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 Desde hace tiempo veo asomarse al maestro de la elocuencia, supuse que habría muerto hacía muchos años, mas lo cierto es que continua con esa febril agitación que aparenta ser un movimiento vital, ¡oh insensato! me recuerda a la cola de la lagartija. Alguna vez dijo que se consideraba un eterno estudiante, un verdadero adicto al conocimiento; ahora lo entiendo: no es del todo mentiroso, salvo que confunde lo eterno con lo perpetuo, él es amante de la virtud que nunca se libra de ejercitarse a sí misma, aquella que sólo busca imponer cargas a los demás mientras dirige a las gentes por la punta de la nariz. Ese es el estudiante en la perpetuidad que a falta de fin se goza en los medios, el que nunca logra atrapar al dragón en pleno vuelo. El gran maestro, parece haber olvidado su instructiva visita en la biblioteca real.

Amor me enjuicia

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Amor me enjuicia Amor, ¿dices que escaso yo te canto?, espera que una arenga me construya; juez busquemos, que pronto bien concluya el misterio que yace tras tu manto. Amor ¿tú por juez?, ¡ay cinismo tanto...! ¡mezclarte ya no puedes en la bulla!, ¿de Laura la guirnalda será tuya...? ¡aplaca ya los dardos de tu encanto! ¿O buscas que en su ardor a los amantes el bello escalofrío les imprima: si acaso es que se encuentran muy distantes, al punto poco a poco los arrimas? Ay dardos, que disipan toda sombra, ¡al más feroz Aquiles enternecen!: si al padre el viejo Príamo se lo nombra, ¿no ves que el gran rencor le desvanecen? Tus dardos ennoblecen con esmero, ¿por qué es que me conviertes en león? Si en paz hasta parezco ser cordero, mas guerra me enardece en tu legión ¿O buscas desde el cielo dar presente en bello resplandor sin condición, que a tierna o cruel criatura la alimente y olvide ser selecto con su acción...? Tus dardos me sugieren que en el mundo, tendida está la mano de lo eter

Soneto de la dama

El soneto de la dama    La majestad florece en lo sereno...  ¡oh manantial de agua cristalina  −perfección de la gracia femenina−,  que insondable es el fondo de tu seno!;   ¿es que acaso resguardas la doctrina  que en la esencia de sí misma, ajeno  siempre deja al curioso y vil veneno  que imprudente proclama toda ruina?   Muestras la flor del fruto de tu esencia,  y entre más da, más crece su riqueza:  ¡que incansable es el cáliz de tu ciencia...!  ¡dime Diosa!, ¿me gozo en su certeza,  o acaso gozo aquella trascendencia  que en sí misma sugiere tal belleza?   Comentario Estos catorce versos pueden reducirse a solamente uno, a saber, el verso tercero de la primera estrofa: −perfección de la gracia femenina− ; este verso es el más grande en lo que al significado se refiere. En segundo lugar tenemos el segundo verso de la misma estrofa: ¡Oh manantial de agua cristalina! El orden en que aparecen pone de manifiesto el espíritu del poema: haz de i