Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como religión

Moneda de plata

En plata la moneda lanzo al cielo jugando a decantar una faceta, simbólica herramienta del poeta: mil caras da metáfora en su vuelo. Si el uso de balanza lo revelo, el falso mercader ya ve la meta; jurista de injusticia es la alcahueta si acaso ley escruta con recelo. Y al buscar la cosecha en su nobleza, palabras le enseñe a mi consentida; ¡qué iluso fue confiarme en su belleza!: insultos vomitaba enardecida... la letra, ¿quién la entiende con certeza? ¿Quién yace con la norma y la medida?

Veintiocho de diciembre.

 Si ayer sembraste trigo  no debes tener hambre... ¿acaso tu gallina  no llena más el nido?  Entenderte lo consigo  que Herodes con cochambre,  ordena desde el trono  que el germen sea escupido.

La Virgen del apocalipsis

Imagen
Prima la luz que siempre el soberano destila en el presente, majestuosa bienvenida prepara a la gloriosa; ¡oh sacro nacimiento sin profano!, la cúspide del cielo, soempre en vano, recibe en el invierno la espantosa necedad del bribón que todo acosa. Y el temple indigerible por gusano  a la Madre mantiene siempre santa: dragón que participa de la esfera  sublunar la pureza de su planta persigue encarnizado; mas certera se coloca al agrigo de la cuanta pues ella ya eligió de luz partera. La virgen del apocalipsis (pintura de Miguel Cabrera)

Adviento (Jotabea)

Cuaternaria partera ya se agota tu asunto, tierna luz en tinieblas brotará desde el punto; con paciencia la esperan, una dulce morada, unos fieles de adviento con corona enramada; que la rosa de a luz, que haga aguja imantada pues tres vientos de oriente necesitan llamada, y vendrán con presentes, sólo en tres los divido, remembrando el tesoro propiedad del nacido: Lo primero es divino: de lo eterno es adjunto; es sapiencia el segundo, de sus labios manada; y al final viene el orbe, que con nada es medido.

Amor me enjuicia

Imagen
Amor me enjuicia Amor, ¿dices que escaso yo te canto?, espera que una arenga me construya; juez busquemos, que pronto bien concluya el misterio que yace tras tu manto. Amor ¿tú por juez?, ¡ay cinismo tanto...! ¡mezclarte ya no puedes en la bulla!, ¿de Laura la guirnalda será tuya...? ¡aplaca ya los dardos de tu encanto! ¿O buscas que en su ardor a los amantes el bello escalofrío les imprima: si acaso es que se encuentran muy distantes, al punto poco a poco los arrimas? Ay dardos, que disipan toda sombra, ¡al más feroz Aquiles enternecen!: si al padre el viejo Príamo se lo nombra, ¿no ves que el gran rencor le desvanecen? Tus dardos ennoblecen con esmero, ¿por qué es que me conviertes en león? Si en paz hasta parezco ser cordero, mas guerra me enardece en tu legión ¿O buscas desde el cielo dar presente en bello resplandor sin condición, que a tierna o cruel criatura la alimente y olvide ser selecto con su acción...? Tus dardos me sugieren que en el mundo, tendida está la mano de lo eter

Soneto de la dama

El soneto de la dama    La majestad florece en lo sereno...  ¡oh manantial de agua cristalina  −perfección de la gracia femenina−,  que insondable es el fondo de tu seno!;   ¿es que acaso resguardas la doctrina  que en la esencia de sí misma, ajeno  siempre deja al curioso y vil veneno  que imprudente proclama toda ruina?   Muestras la flor del fruto de tu esencia,  y entre más da, más crece su riqueza:  ¡que incansable es el cáliz de tu ciencia...!  ¡dime Diosa!, ¿me gozo en su certeza,  o acaso gozo aquella trascendencia  que en sí misma sugiere tal belleza?   Comentario Estos catorce versos pueden reducirse a solamente uno, a saber, el verso tercero de la primera estrofa: −perfección de la gracia femenina− ; este verso es el más grande en lo que al significado se refiere. En segundo lugar tenemos el segundo verso de la misma estrofa: ¡Oh manantial de agua cristalina! El orden en que aparecen pone de manifiesto el espíritu del poema: haz de i