Clase de matemáticas

Clase de matemáticas


¡Qué dulce es el quejido! 
¿Sará el de la consorte, 
o acaso es el marido? 
¿De amor será el sonido...? 

¡que humor del mexicano!: 
del gis ya su tamaño 
se ve disminuido, 
al fin violento macho,
la hembra te ha vencido...

Lo blanco bien se plasma, 
él funge como tinta, 
y es fértil la pizarra 
seguro ya está en cinta... 

¡Oh fruto, ya te miras, 
tan pronto ves el día, 
en nada hay que esperar!:
a ti te llaman fórmula: 
la fórmula integral.

¿Qué dices dulce amada: 
si falta aquel que escribe 
de dónde sale el alma; 
de dónde aquella chispa, 
la chispa de la flama?:

Si borro la pizarra 
se notan los residuos, 
y así cualquier curioso 
bien puede reescribirlos; 

¿mas sabe de su canto, 
entiende de la vida; 
sabrá cual fue el mandato 
que el loco matemático 
le diera a la pareja? 

Y así también pregunto: 
¿hay alguien que comprenda, 
porqué multiplicarse, 
porqué poblar la tierra?

Al frente de mi grupo 
tranquilo meditaba, 
mas dí la media vuelta: 
la clase ya empezaba;
y al joven auditorio
le hablé de esta manera:
¿qué dice el repertorio,
qué formas hay de prueba?


Comentario

Las cuatro primeras estrofas, que concluyen diciendo: la fórmula integral, describen la función del artista, que, por un lado, hace uso del elemento activo, representado por el movimiento y sacrificio del gis, y, por otro lado, hace uso del elemento pasivo, representado por la resistencia y soporte que ofrece la pizarra; el fruto de la relación, siempre regida por el artista, es la fórmula integral.

Mención conjunta merecen las estrofas primera y quinta. La primera describe un signo interesante, a saber: el quejido, que por su puesto, también es fruto de la relación; dicho signo sugiere que los amantes están forjando algo... y las interrogantes que el matemático se plantea, son un poco la disputa por la propiedad intelectual: ¿de quién es el fruto? ¿De la pizarra? ¿Del gis? ¿O quizá de amor... cuál amor? La respuesta a estas interrogantes la hallamos en la quinta estrofa que comienza: ¿Qué dices dulce amada?... Parecerá que el artista quiere adjudicarse el crédito, pero la verdad , en tanto que menciona a la llama, lo está rechazando, ya que para él, «fórmula integral» antes que letra es espíritu, y aunque él sea capaz de recrear tal espíritu, sabe que no lo puede hacer más que por participación; así pues, el matemático sólo se reconoce a sí mismo como intermediario, como el constructor del puente. Por tanto, el espíritu, que es la esencia del fruto, no pertenece más que a la llama: es decir: amor tiene al fruto en propiedad.

Las tres estrofas que comienzan con el verso: si borro la pizarra, marcan la distinción entre los que saben y los que creen; los que comparten el soplo con aquel que en algún momento formuló el teorema y tuvo la certeza de su validez; y aquellos que solamente ven un montón de garabatos sin sentido. Es decir: la distinción entre aquellos que pueden correr el velo y mirar a Moisés a la cara, y los que son cegados con el centello de su mirada. He aquí el divino adagio: ...viendo no ven y oyendo no oyen.

Y bien, entre todo este relajo: ¿por qué multiplicarse, por qué poblar la tierra?... Es una pregunta que no puedo resolver ahora, pues tengo que demostrar el teorema, además sospecho que debe ser tema de otro poema...

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